Salí a caminar, para aclarar las ideas. Necesitaba llorar a solas y sacarme esa rabia que sentía por dentro. El viento me pegaba fuerte en la cara, como abofeteándome. Comenzó a llover, parecía que el cielo quería llorar conmigo. Miré el cielo y le pregunté a Dios, ¿Por que me pasa todo esto, es que siempre viviré en esta oscuridad que no me deja ser feliz?
Segundos después, pequeños rayitos de sol asomaron entre los negros nubarrones. No sé bien que pasó dentro de mí en ese momento, pero me sentí aliviada y regresé a casa con los hombros más livianos como si hubiese perdido algo de peso.
Será que me propuse creer que después de la lluvia siempre sale el sol.