¡Bienvenidos! ...Y si no fueran cuentos... es un blog dedicado a cuentos e historias, místicas, fantásticas, mágicas al punto de increíbles... pero quien puede decir esto es verdad o no... Dicen por ahí, que todo lo que la imaginación puede crear , es porque en algún sitio es real...
Los invito a leer un poco de ésta, mi loca imaginación y a dejarme su opinión si es que así lo desean. Gracias infinitas por llegar. Feliz, si deciden quedarse. Abrazos

lunes, 18 de septiembre de 2017

El precio del amor.




Guardados en una vitrina que fuese de Doña María, habían tres frasquitos. “Ternura” “Pasión” “Amor”.
Contenían gotitas, de una pócima mágica.
Julieta, soñaba un gran amor.
Preguntó, ¿cuánto cuesta, el amor?
La farmacéutica, mirándola extrañada, contestó: tienen un valor, simbólico…
Ternura”-una sonrisa.
Pasión”-una noche en vela.
Amor”- el corazón.
Julieta insistió, y la mujer no pudo negarse. Un escrito de Doña María,
decía : “debe ser vendido a quien lo pida!
Comprendió después, su verdadero valor. El costo no era tan simbólico, el amor llegó y su corazón dejó de pertenecerle.
Mónica Beneroso
Yeruti"
Derechos reservados
Imagen de la web

domingo, 17 de septiembre de 2017

Hermanas del corazón





Ana acababa de perder un embarazo, de gemelas, y tuvieron que hacerle una cirugía muy riesgosa. Fue muy duro cuando los médicos le anunciaban que había muy pocas posibilidades de que se volviese a embarazar.
Fueron meses de mucha tristeza, muy difícil retomar la rutina, el trabajo, las actividades. Ana no lograba salir del pozo en el que había caído.
Beatriz, su mejor amiga, siempre estuvo a su lado, apoyándola, dándole fuerzas.  Pero la notaba demasiado angustiada y tenía miedo que la depresión se apoderara de ella a tal punto que las cosas terminaran mal. Con la compañía de Beatriz y el apoyo de Sergio, su esposo, poco a poco fue saliendo adelante.
Sus ojos no brillaban como antes, cuando la ilusión de ser madre, había colmado todas sus expectativas, llena de planes y proyectos, pero ya no vivía el día entero llorando.
Salía a caminar por el parque y se detenía a observar a cada bebé que veía. Su anhelo de ser madre, había quedado trunco, y nadie podía saber a ciencia cierta si algún día podría verlo realizado.
Los dos soñaban con ser padres, pero ya no sufrían tanto al pensar que quizá nunca podrían serlo. Habían decidido dejarlo en manos de Dios.
El tiempo fue pasando y la pareja cada día estaba más enamorada, más unida, más fuerte. 

Desde el primer día que se vieron, supieron que se amarían por siempre. Es increíble como el destino, se empeña en acomodar las cosas como él quiere…


Es que Ana… tenía una marca de nacimiento en su pómulo derecho. Una manchita que la verdad tenía la forma bastante parecida a un corazón, pero a ella no le gustaba y quería hacerse una cirugía para quitársela.
El día que se decidió a hacerlo, salió muy temprano hacia una clínica, pero en el camino un chico la atropelló con su moto al cruzar una calle.
Ese chico no era más que Sergio, que se bajó volando de la moto para ayudar a Ana. En ese momento sus miradas se cruzaron, sus almas se reconocieron y jamás se separaron.
Solo algún que otro golpe había recibido Ana, fue más el susto que la gravedad.
Sergio la invitó a  tomar algo para tranquilizarse un poco después del mal momento, así que se fueron a un bar de la esquina, y se sentaron en las mesitas de afuera, en un hermoso balcón de madera, del que se observaba casi toda la ciudad, en la falda de los cerros azules.
Ya cupido había hecho su trabajo. En tan pocos minutos ya había culminado su obra. Los jóvenes ya estaban presos del más dulce amor.
Mientras charlaban, Ana recordó que tenía una cita en la clínica y debía llamar para cancelar y cambiar el turno.
_ ¿Tenías médico?- Preguntó Sergio- perdón por el atrevimiento…
_No- dijo Ana-Bueno si…
_ ¿Cómo es eso? Si, o no? jeje
_Si, tenía cita con el cirujano plástico, es que quiero sacarme esta mancha de la cara.
_Noooo, si es hermosa… es parte de tu personalidad.
Ana no dijo nada, pero sintió un revoloteo en su panza y pudo notar que se sonrojaba.
_Pues a mí nunca me gustó, dijo Ana…
_No te la quites, te ves más hermosa aun con ese corazón en tu rostro.
Desde ese día Ana desistió de quitarse aquella mancha que tanto le molestaba y por el contrario, comenzó a observarla como nunca antes lo había hecho.
Antes de un año de estar juntos se casaron.


Un año ya desde la pérdida del aquel embarazo.  No pudieron evitar estar tristes ese día, muchos recuerdos, volvieron a sus mentes y el corazón se les estrujaba nuevamente, pensando ambos, aunque sin decirlo, si sería posible tener un hijo algún día.
Golpearon a la puerta, era Beatriz su amiga. Hacía varios meses no la veían ya que por un viaje de trabajo había tenido que ausentarse.
Como siempre llegó con su sonrisa, con su buen humor, con su positivismo, dando besos y abrazos! Eso hizo que salieran un poco de aquella melancolía que traían desde la mañana.
Después de comentar su viaje, charlar de una cosa y otra, Beatriz les decía que tenía una cosa para comentarles, para proponerles en realidad.
Ella vivía frente a un convento, era muy amiga de todas las monjitas. Esa mañana al salir de su casa, se encontró a dos de ellas en la puerta, y luego de saludarlas después de varios meses de no verlas, ellas le comentaban, que tres días atrás les habían dejado una beba en la puerta.
No precisó hablar mucho, para que Ana aceptara y Sergio también, es más, en ese mismo momento quisieron ir al convento a conocer a la beba, y ya al otro día comenzarían con lo que fuese necesario para adoptarla.
Quedaron los dos hipnotizados por aquella criatura. Su piel era tan blanca que parecía nácar, sus ojitos  azules como el mar, sus manitas tan suaves como el algodón, su boquita roja como una fresa.
Ana no paraba de darle besos y arroparla entre sus brazos. La pequeña la observaba y movía su boquita como queriendo decirle algo. Kattia! Dijo Ana… la llamaremos Kattia!
Ese era el primer nombre que habían elegido cuando supieron que Ana estaba embarazada y aún no sabían que serían gemelas.
Sergio algo preocupado, la abrazaba y le decía amor… primero debemos esperar que nos den la adopción, que tal si no aceptan que la adoptemos. Si amor, decía Ana... si será nuestra hijita... hasta la misma manchita que yo tiene  en su carita.
Si, era verdad, la pequeña tenía una manchita en su carita, no era exactamente como la de Ana, sino la mitad, como si fuese medio corazón. ¡Una increíble coincidencia!
Kattia siempre supo desde pequeña, que sus padres biológicos la dejaron en un convento, y que sus padres Ana y Sergio la adoptaron cuando apenas tenía días de vida. Siempre supo la historia de sus padres y el gran amor que desde el primer instante los unió.
Fue siempre una niña muy dulce. Muy pegada su madre.
Pasaban horas jugando en el jardín o en la casita de muñecas que Sergio había hecho para ella. Cuando tenía unos 5 años, un día le dijo a su madre:
_Mamita, cuando venga mi hermanita, jugaremos las tres aquí.
Ana quedó casi muda. Que dices mi cielo, tu sabes que mamá no puede tener bebe…
_Si puedes mami… un ángel me dijo que yo debo querer mucho a mi hermanita y jugar con ella como tu juegas conmigo.
La mujer observaba a la pequeña y no pudo más que abrazarla fuerte y comerla a besos. A la noche cuando Sergio regresó del trabajo le comentó lo que Kattia le había dicho en la tarde.
Los dos llegaron a la conclusión que la niña seguramente había visto algo en la televisión, y en su cabecita no comprendía lo que significaba no poder tener hijos.
Pasaban los días, y no había uno en que Kattia no dijese algo referido a su hermanita”.

Un domingo, Sergio se despertó oyendo ruidos en el baño. Al darse cuenta que Ana no estaba en la cama, se asustó así que se levantó y fue a ver que le sucedía. La encontró vomitando, y con mareos, tantos que no se sostenía parada.
Llamaron al médico, el que rato más tarde les informaba que Ana estaba embarazada.
Ana daba a luz a una hermosa beba, 8 meses después.
 Todos estaban tan emocionados y conmovidos por aquel milagro, que no hacían más que llorar y abrazarse.
Cuando llevaron a Kattia  a conocer a su hermana, ella le dijo:
Sofía, hermanita te estaba esperando, tú traes la otra parte del corazón.
Ana, Sergio, y todos los que se encontraban en la sala, se miraron impresionados. Nadie había notado que la beba, en efecto, tenía también una manchita en la cara, la otra mitad del corazón, que tenía Kattia. Pero había más… Kattia había llamado Sofía a su hermanita, sin saber que ese era el otro nombre que sus padres habían elegido años antes, al enterarse que tendrían gemelas.


El precio del amor.

Guardados en una vitrina que fuese de Doña María, habían tres frasquitos. “Ternura” “Pasión” “Amor”. Contenían gotitas, de una póci...